sábado, 24 de abril de 2010

El Bargueño / Keila Ochoa Harris

Como analista literario, es mi deber realizar una búsqueda exhaustiva en cualquier obra que decida reseñar para indagar sobre su estructura, la intención del autor, la ideología que presenta y muchos otros aspectos que brindarían una aportación a la interpretación de la novela. Sin embargo esta no es la intención en esta ocasión.

Leer el libro de Keila buscando aspectos literarios en mi opinión sería una equivocación; claro que es importante aclarar que su esquema discursivo en dos líneas narrativas simultáneas está bien logrado y el intercambio en el tiempo y el espacio que se realiza durante la trama mantiene despierto el interés del lector desde el inicio hasta el final.

No obstante, lo mejor de la obra yace en el tema central que aborda, ¿se puede reconstruir la vida después de que todos los sueños han sido destruidos? La autora retoma un aspecto universal en la vida del ser humano, pues es parte de la madurez enfrentar decepciones fuera de nuestro control, y es en el presente, un conflicto tan real como lo fue hace cuatrocientos años. Dos hombres y dos mujeres cuyas historias se unen por el hilo conductor de un bargueño, un mueble que guarda dentro de sí sus anhelos y sus tristezas. No podemos dejar de mencionar el interés histórico que nos ofrece del virreinato, vida, cortejo, entretenimiento y religión, especialmente sobre los jesuitas.

La narración envuelve a los lectores, es imposible dejar el libro hasta llegar al desenlace, cada una de sus páginas es una ventana hacia México, desde su formación hasta el día de hoy. Recomiendo la lectura de esta obra tanto por su calidad literaria como su profundidad, su mensaje remueve algo en el alma, desde que, todos nosotros, alguna vez vivimos algún sueño roto.

jueves, 22 de abril de 2010

El paso del tiempo

Mientras leía el poema anterior me sorprendió pensar que fue escrito hace cientos de años. Esa es una de las bellezas de la literatura, a través de un libro es posible viajar por el tiempo mucho antes de que si quiera hubieramos soñado en haber nacido. No sé quien escribió dicha obra, pero no me explico cómo es posible que sienta que nuestros corazones laten al mismo ritmo, que cada verso, rima y todo el contenido, refleja un poco de mi alma.

Desearía que mi escritura trascendiera más alla del tiempo y las distancias y que, tal vez, en cientos de años, alguien sienta que su corazón late igual al mío.

Soneto / Anónimo

No me mueve, mi Dios para querete
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;
que, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Antología de la lírica renacentista