martes, 20 de julio de 2010

¡Qué final!

El domingo pasado, disfruté de un encuentro maravilloso: la final de la copa del mundo. Los oponentes fueron la selección holandesa contra la española. El partido estuvo cargado de intensidad y en la atmósfera se respiraba tensión. Ambos contendientes poseían el talento suficiente para conseguir el triunfo.

No hubo goles durante el tiempo reglamentario, pero sí muchas faltas por parte de Holanda, cuyos jugadores fueron traicionados por los nervios. El gol apareció en los últimos minutos del tiempo extra y fue una agradable sorpresa para la afición española, quien ya imaginaba que el campeón sería definido por una serie de penales.

Creo que lo mejor de este encuentro fue la actitud demostrada por los españoles, ellos no se inmutaron frente a las constantes amonestaciones de los holandeses (bueno, no mucho) y continuaron esforzándose para obtener lo que muchos consideraban imposible.

El tanto de Iniesta, fue emotivo en todos los aspectos. España sabía que había conseguido el triunfo; las lágrimas del capitán y portero Casillas, representaron el sudor y el esfuerzo que aquellos jóvenes invirtieron para alcanzar las estrellas. Se convirtieron en un ejemplo para todos los que luchas por obtener un sueño, aunque sea, en apariencia, imposible.

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