miércoles, 5 de enero de 2011

¿Fe o confianza?


Manifestar una actitud de fe no es fácil. Requiere valor, intrepidez, valentía, entre otras cualidades. Sólo alguien con determinación es capaz de ejecutar hechos que atraen la atención de Dios para su vida.
Ahora bien, no sólo la fe es necesaria para alcanzar la bendición plena por parte del Señor. En ocasiones debemos manifestar una actitud de confianza, mucho más sutil y delicada (quizás imperceptible) que la fe, la cual se halla arraigada en el corazón de aquellos que creen un cien por ciento en la Palabra de Dios.
La confianza es un faro cuya luz alumbra, a pesar de la distancia, en la tempestad más oscura, en el mar más bravo. Ella impide que las embarcaciones se hundan en la marea o se destruyan entre las rocas de la costa. Nuestra confianza en Dios nos mantiene a salvo de la duda, incertidumbre, miedo o tristeza, nos eleva sobre los problemas, aunque la fe ya no pueda sostenernos.
Estoy segura, el Señor nunca desampara a quien, pese a las apariencias, deposita toda su confianza en una Promesa suya. Porque, no importa lo que suceda, Dios es fiel. Su palabra nunca volverá vacía.

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