sábado, 22 de enero de 2011

Soledad

Cuando miras alrededor y nadie viene en tu socorro
Cuando parece que cada segundo rompe tu corazón
Cuando el calor te sofoca entre angustias
Caminas en la soledad de un desierto...

Cuando te aferras a la esperanza de hallar sombra
Cuando la sed es imposible de apagar
Cuando el silencio es una daga, desgarra tu paz
Caminas en la soledad de un desierto...

Cuando las estrellas brillan sin impedimentos
Cuando el cielo muestra todo su esplendor
Cuando cada paso es toda una proeza
Caminas en la soledad de un desierto...

Cuando Dios está más cerca de ti
Cuando su mano te está guiando, aunque no lo veas
Cuando estás a un paso de entrar a la Tierra Prometida
Caminas en la soledad de un desierto...

Sin embargo, ten confianza... no estás caminando solo.

viernes, 21 de enero de 2011

Opciones


¿Qué hacer cuando la vida te lleva a una circunstancia donde la esperanza casi desaparece?

Hay dos opciones, o me rindo delante de la circunstancias, o confío en el nombre de Jesús y las supero. Es más sencillo rendirse, resignarse, conformarse con las migajas de bendiciones. Vivir como si nada, levantarse sin fuerzas para pasar el tiempo antes de volver a dormir...

O podemos luchar, alzar los ojos al cielo y creer en la Promesa del Señor. Confiar con certeza en un futuro brillante y no darnos por vencidos. No es fácil. El corazón, lleno de dudas, nos pide que volvamos a un lugar seguro, donde no hay riesgo de perder. Pero con Dios no se pierde, se gana. Él tiene el poder para transformar el desierto más inhóspito en un manantial de aguas dulces, un verdadero paraíso.

Debemos intentar cambiar nuestra realidad, cuando tomamos una actitud de fe, el Señor escribe en las estrellas su bendición para nosotros. No podemos desistir. Hay que creer; cuando nos resignamos frente a las adversidades quedamos estancados, al poco tiempo desaparecen las fuerzas para luchar. Sin embargo, cuando colocamos toda nuestra fe y empeño en actuar conforme a la Palabra de Dios, cada día es un nuevo reto a ser superado. Lo mejor es que el Señor nos da condiciones de vencer cada batalla.

Si estamos delante de una circunstancia donde la esperanza casi desaparece... debemos elegir una de estas opciones. Una nos traerá desánimo y muerte en vida; la otra, aunque más dolorosa, nos traerá vida y cambios que creíamos imposibles. Dios no desampara a aquellos que colocan su vida en Sus manos.

jueves, 20 de enero de 2011

Durante la tempestad


No temas, yo estoy contigo. El viento sopla con fuerza, el miedo invade tu corazón, pero yo soy mayor que cualquier cosa en este mundo. Yo lo creé con mi Palabra, no dejaré que nada te dañe. ¿Será que puedes confiar en mi potestad?

Sé que estás asustado, pero no te sientas solo. Estoy a tu lado, te sostengo entre mis brazos, te protejo del dolor y la tristeza, te cuido como la niña de mis ojos. Cada paso que das en esta oscuridad, yo soy tu guía. Mi luz será tu camino e iluminará aquellos lugares donde te es imposible hallar la salida. ¿Será que puedes confiar en mi dirección?

Quizás tu corazón está destrozado, te dice que la esperanza está perdida; el dolor es tan fuerte que las lágrimas se esconden tras la apariencia de tranquilidad. No te avergüences, te comprendo. No te juzgo. Contemplo cada lágrima que derramas, no he apartado mi rostro de ti. Sin embargo, deseo verte crecer, anhelo que cada día te parezcas más a mí, hay circunstancias que debes atravesar y vencer para estar más cerca de mi gracia. ¿Será que puedes confiar en mi voluntad para tu vida?

No te rindas, sigue adelante. Mis pensamientos no son tus pensamientos, ni mis caminos son tus caminos. Persevera, lo que tengo preparado para ti es tan increíble que no podrás asimilarlo. Te levantaré más allá de lo que has imaginado nunca. Yo te escogí, no lo dudes. No por tus méritos, ni tus cualidades, sino por ese corazón rendido hacia mí. ¿Será que puedes confiar en mi amor por ti?

Levántate, lucha, no puedes quedarte postrado. "He aquí yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra del Señor; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo" (Éxodo 34,10). ¿Será qúe puedes confiar en mi Palabra?

Tranquilo, detrás de las nubes el sol sigue brillando. Mi bendición está cerca de ti.

martes, 18 de enero de 2011

Todo es pasajero


Recuerdo, cuando mamá y yo viajamos a Israel, hubo un día muy especial; esos días que se graban por siempre en la memoria de uno. Nuestra llegada a Jerusalem.

Para mí, uno de los lugares más increíbles que conocí allá fueron las escalinatas que suben a la ciudad antigua; realmente puedo garantizar que pisé donde hace miles de años caminó el Señor Jesús. La misma tierra, el mismo aire, el mismo espacio donde una vez Dios se hizo hombre y habitó en el mundo. Caminé sobre las mismas páginas de la Biblia.

Allí el obispo Macedo hizo una reunión con personas de todo el mundo. Nunca olvidaré lo que predicó. Él nos explicó que debíamos buscar las cosas eternas, porque todo lo demás en esta vida es pasajero. Dijo que esas palabras eran difíciles de comprender para los jóvenes, porque vivimos preocupados, ansiosos con el futuro inmediato; pero que lo más importante no son las decisiones respecto a nuestra vida material sino espiritual. Nos recordó que todo en este mundo pasa, no importa cuánto tarde, pero que la salvación es eterna.

Entonces no lo comprendía como ahora, pero cada día lo entiendo mejor. Nada es más importante que la eternidad con el Señor. Todos los demás problemas están en sus manos, porque el cuida de aquellos que colocan su corazón lleno de confianza para honrarlo y lo consideran la máxima prioridad en su vida.

No importa lo que suceda, todo es pasajero. El dolor, la desesperanza, la tristeza, la angustia... pero por nada debemos arriesgar nuestra salvación. Hay que sacrificar, luchar, perseverar, para que logremos ser vencedores y obtengamos la vida eterna. Si colocamos a Dios como el primero en nuestra vida y corazón, Él cuidará todos los demás aspectos de nuestro vivir.

Certeza


Hay momentos cuando todas nuestras palabras son probadas. Todo lo que decimos, las declaraciones que hacemos con nuestros seres queridos o incluso mientras oramos. Cuando decimos confiar en Dios o le pedimos que aumente nuestra confianza, las palabras no se quedarán en el aire. Habrá un momento cuando tengamos que probar, en el fuego, lo que afirmamos.

¿Cómo probaremos nuestra confianza si todo siempre va bien? Por ejemplo, al recibir noticias inesperadas que nos sacuden podemos comprobar si estamos firmes en la Promesa o si aún caminamos sobre la arena. El Señor Jesús dijo que nuestra vida debe estar edificada sobre la roca, pues aunque vengan los vientos y las tempestades, en Él permaneceremos seguros.

No importa lo que diga el corazón, si Dios está dirigiendo nuestros caminos el temor no tiene lugar. Es necesario cerrar los oídos a los pensamientos de miedo, duda, inseguridad; ignorar la incertidumbre que nace en el corazón y creer con toda el alma que la Palabra de Dios se cumplirá.

Para permanecer firmes, debemos tener absoluta certeza, Dios es quien guía cada paso que damos. "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8,28). Significa confiar, con toda la fe, aunque el corazón intente decir lo contrario.

domingo, 16 de enero de 2011

Fuerza


Señor, dame fuerzas para seguir adelante; sólo Tú conoces la realidad de la lucha que enfrento. Sólo Tú comprendes las circunstancias que me envolvieron en esta red, donde sólo tus manos pueden deshacer los nudos que se formaron y que intentan impedir mi avance.

Señor no permitas que el cansancio o el desánimo apaguen mi fe. Mi confianza está intacta, creo que Tu Palabra es verdadera, jamás fallará. Estoy segura, lo que has preparado para mí es incomparable con mis sueños más grandes. Tú has concedido las peticiones de mi corazón. No permitas que mire sólo el presente, sino que vislumbre el futuro donde Tu promesa ya se ha realizado, sólo así podré evitar que las dudas me asalten.

Como fuego, moldéame en esta batalla. Que Tus manos hagan de mí una guerrera, una vencedora. Dame fuerzas, valor, fe, intrepidez, forma en mí un carácter semejante al tuyo. Entiendo que Tus pensamientos no son mis pensamientos, ya puedo sentir que has estado obrando en mi persona, convirtiéndome en quien deseas que sea.

Por último, te agradezco, sé que mis oraciones ya han sido respondidas, aunque la respuesta aún no sea visible. Te agradezco por todos los cambios que has hecho en mí, por las bendiciones que ya me has otorgado. Te agradezco por esta lucha, pues sé que detras de una gran batalla, hay una gran victoria.

sábado, 15 de enero de 2011

El cofre de madera


Hace mucho tiempo, en un reino lejano, vivió una princesa. Su padre, el rey, la amaba con intensidad, la cuidaba y la protegía de los muchos enemigos que buscaban dañarla. Ella moraba en un palacio donde la felicidad y la paz reinaban, aunque el reino enfrentara luchas contra sus adversarios.

Un día, mientras la princesa descansaba en los jardines reales, una serpiente se acercó y le mostró una imagen en el agua de la fuente. Era el rostro desvanecido de un joven cuyo reflejo despertó un sentimiento desconocido en el corazón de la princesa. La serpiente le dijo que para conocerlo, debía alejarse de su padre; no mucho, sólo fuera del palacio.

Con muchas dudas, la princesa decidió seguir a la serpiente, se dijo: Sólo afuera del castillo. Al salir de la muralla la serpiente le mostró la imagen, mientras ella la observaba, capturó el corazón de la joven y lo envolvió en la oscuridad de un cofre de madera. La princesa, asustada, aunque sin percibir la pérdida de su corazón, regresó al castillo; no obstante no era la misma. La serpiente se ocultó cerca de la princesa, aunque ella no volvió a verla.

Pasaron los años, la princesa aparentaba vivir en la misma felicidad de antes, pero en su interior sabía que algo faltaba. Moría poco a poco, quienes la rodeaban no se explicaban su falta de brillo. La serpiente la había engañado, la joven ya había descubierto que el reflejo en el agua era una simple fantasía.

Cuando la esperanza casi se extinguía del alma de la princesa, un joven príncipe llegó al reino. Fueron presentados y, cuando la conoció, percibió la falta de su corazón a través de su mirada. También vislumbró a la serpiente que perseguía a la princesa, la buscó y, al hallarla, le dio muerte. Recuperó el cofre de madera y fue a ofrecérselo a la princesa.

Aunque ella no confiaba en nadie, una mirada bastó para remover el espacio vacío en su alma. El príncipe le devolvió su corazón, y la princesa, en vez de tomarlo para sí, lo entregó a su padre para que lo cuidase. Debido a esta actitud, el rey le dio un obsequio, una estrella en una caja de cristal, un lucero llamado Amor.

Cuando el príncipe se acercó a ella, la estrella brilló con todo su esplendor y el rey, que guardaba el corazón de la princesa, permitió que contrajeran matrimonio. Como el rey los cuidaba, ambos gozaron de paz y felicidad todos los años de su vida.