sábado, 22 de enero de 2011

Soledad

Cuando miras alrededor y nadie viene en tu socorro
Cuando parece que cada segundo rompe tu corazón
Cuando el calor te sofoca entre angustias
Caminas en la soledad de un desierto...

Cuando te aferras a la esperanza de hallar sombra
Cuando la sed es imposible de apagar
Cuando el silencio es una daga, desgarra tu paz
Caminas en la soledad de un desierto...

Cuando las estrellas brillan sin impedimentos
Cuando el cielo muestra todo su esplendor
Cuando cada paso es toda una proeza
Caminas en la soledad de un desierto...

Cuando Dios está más cerca de ti
Cuando su mano te está guiando, aunque no lo veas
Cuando estás a un paso de entrar a la Tierra Prometida
Caminas en la soledad de un desierto...

Sin embargo, ten confianza... no estás caminando solo.

viernes, 21 de enero de 2011

Opciones


¿Qué hacer cuando la vida te lleva a una circunstancia donde la esperanza casi desaparece?

Hay dos opciones, o me rindo delante de la circunstancias, o confío en el nombre de Jesús y las supero. Es más sencillo rendirse, resignarse, conformarse con las migajas de bendiciones. Vivir como si nada, levantarse sin fuerzas para pasar el tiempo antes de volver a dormir...

O podemos luchar, alzar los ojos al cielo y creer en la Promesa del Señor. Confiar con certeza en un futuro brillante y no darnos por vencidos. No es fácil. El corazón, lleno de dudas, nos pide que volvamos a un lugar seguro, donde no hay riesgo de perder. Pero con Dios no se pierde, se gana. Él tiene el poder para transformar el desierto más inhóspito en un manantial de aguas dulces, un verdadero paraíso.

Debemos intentar cambiar nuestra realidad, cuando tomamos una actitud de fe, el Señor escribe en las estrellas su bendición para nosotros. No podemos desistir. Hay que creer; cuando nos resignamos frente a las adversidades quedamos estancados, al poco tiempo desaparecen las fuerzas para luchar. Sin embargo, cuando colocamos toda nuestra fe y empeño en actuar conforme a la Palabra de Dios, cada día es un nuevo reto a ser superado. Lo mejor es que el Señor nos da condiciones de vencer cada batalla.

Si estamos delante de una circunstancia donde la esperanza casi desaparece... debemos elegir una de estas opciones. Una nos traerá desánimo y muerte en vida; la otra, aunque más dolorosa, nos traerá vida y cambios que creíamos imposibles. Dios no desampara a aquellos que colocan su vida en Sus manos.

jueves, 20 de enero de 2011

Durante la tempestad


No temas, yo estoy contigo. El viento sopla con fuerza, el miedo invade tu corazón, pero yo soy mayor que cualquier cosa en este mundo. Yo lo creé con mi Palabra, no dejaré que nada te dañe. ¿Será que puedes confiar en mi potestad?

Sé que estás asustado, pero no te sientas solo. Estoy a tu lado, te sostengo entre mis brazos, te protejo del dolor y la tristeza, te cuido como la niña de mis ojos. Cada paso que das en esta oscuridad, yo soy tu guía. Mi luz será tu camino e iluminará aquellos lugares donde te es imposible hallar la salida. ¿Será que puedes confiar en mi dirección?

Quizás tu corazón está destrozado, te dice que la esperanza está perdida; el dolor es tan fuerte que las lágrimas se esconden tras la apariencia de tranquilidad. No te avergüences, te comprendo. No te juzgo. Contemplo cada lágrima que derramas, no he apartado mi rostro de ti. Sin embargo, deseo verte crecer, anhelo que cada día te parezcas más a mí, hay circunstancias que debes atravesar y vencer para estar más cerca de mi gracia. ¿Será que puedes confiar en mi voluntad para tu vida?

No te rindas, sigue adelante. Mis pensamientos no son tus pensamientos, ni mis caminos son tus caminos. Persevera, lo que tengo preparado para ti es tan increíble que no podrás asimilarlo. Te levantaré más allá de lo que has imaginado nunca. Yo te escogí, no lo dudes. No por tus méritos, ni tus cualidades, sino por ese corazón rendido hacia mí. ¿Será que puedes confiar en mi amor por ti?

Levántate, lucha, no puedes quedarte postrado. "He aquí yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra del Señor; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo" (Éxodo 34,10). ¿Será qúe puedes confiar en mi Palabra?

Tranquilo, detrás de las nubes el sol sigue brillando. Mi bendición está cerca de ti.

martes, 18 de enero de 2011

Todo es pasajero


Recuerdo, cuando mamá y yo viajamos a Israel, hubo un día muy especial; esos días que se graban por siempre en la memoria de uno. Nuestra llegada a Jerusalem.

Para mí, uno de los lugares más increíbles que conocí allá fueron las escalinatas que suben a la ciudad antigua; realmente puedo garantizar que pisé donde hace miles de años caminó el Señor Jesús. La misma tierra, el mismo aire, el mismo espacio donde una vez Dios se hizo hombre y habitó en el mundo. Caminé sobre las mismas páginas de la Biblia.

Allí el obispo Macedo hizo una reunión con personas de todo el mundo. Nunca olvidaré lo que predicó. Él nos explicó que debíamos buscar las cosas eternas, porque todo lo demás en esta vida es pasajero. Dijo que esas palabras eran difíciles de comprender para los jóvenes, porque vivimos preocupados, ansiosos con el futuro inmediato; pero que lo más importante no son las decisiones respecto a nuestra vida material sino espiritual. Nos recordó que todo en este mundo pasa, no importa cuánto tarde, pero que la salvación es eterna.

Entonces no lo comprendía como ahora, pero cada día lo entiendo mejor. Nada es más importante que la eternidad con el Señor. Todos los demás problemas están en sus manos, porque el cuida de aquellos que colocan su corazón lleno de confianza para honrarlo y lo consideran la máxima prioridad en su vida.

No importa lo que suceda, todo es pasajero. El dolor, la desesperanza, la tristeza, la angustia... pero por nada debemos arriesgar nuestra salvación. Hay que sacrificar, luchar, perseverar, para que logremos ser vencedores y obtengamos la vida eterna. Si colocamos a Dios como el primero en nuestra vida y corazón, Él cuidará todos los demás aspectos de nuestro vivir.

Certeza


Hay momentos cuando todas nuestras palabras son probadas. Todo lo que decimos, las declaraciones que hacemos con nuestros seres queridos o incluso mientras oramos. Cuando decimos confiar en Dios o le pedimos que aumente nuestra confianza, las palabras no se quedarán en el aire. Habrá un momento cuando tengamos que probar, en el fuego, lo que afirmamos.

¿Cómo probaremos nuestra confianza si todo siempre va bien? Por ejemplo, al recibir noticias inesperadas que nos sacuden podemos comprobar si estamos firmes en la Promesa o si aún caminamos sobre la arena. El Señor Jesús dijo que nuestra vida debe estar edificada sobre la roca, pues aunque vengan los vientos y las tempestades, en Él permaneceremos seguros.

No importa lo que diga el corazón, si Dios está dirigiendo nuestros caminos el temor no tiene lugar. Es necesario cerrar los oídos a los pensamientos de miedo, duda, inseguridad; ignorar la incertidumbre que nace en el corazón y creer con toda el alma que la Palabra de Dios se cumplirá.

Para permanecer firmes, debemos tener absoluta certeza, Dios es quien guía cada paso que damos. "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8,28). Significa confiar, con toda la fe, aunque el corazón intente decir lo contrario.

domingo, 16 de enero de 2011

Fuerza


Señor, dame fuerzas para seguir adelante; sólo Tú conoces la realidad de la lucha que enfrento. Sólo Tú comprendes las circunstancias que me envolvieron en esta red, donde sólo tus manos pueden deshacer los nudos que se formaron y que intentan impedir mi avance.

Señor no permitas que el cansancio o el desánimo apaguen mi fe. Mi confianza está intacta, creo que Tu Palabra es verdadera, jamás fallará. Estoy segura, lo que has preparado para mí es incomparable con mis sueños más grandes. Tú has concedido las peticiones de mi corazón. No permitas que mire sólo el presente, sino que vislumbre el futuro donde Tu promesa ya se ha realizado, sólo así podré evitar que las dudas me asalten.

Como fuego, moldéame en esta batalla. Que Tus manos hagan de mí una guerrera, una vencedora. Dame fuerzas, valor, fe, intrepidez, forma en mí un carácter semejante al tuyo. Entiendo que Tus pensamientos no son mis pensamientos, ya puedo sentir que has estado obrando en mi persona, convirtiéndome en quien deseas que sea.

Por último, te agradezco, sé que mis oraciones ya han sido respondidas, aunque la respuesta aún no sea visible. Te agradezco por todos los cambios que has hecho en mí, por las bendiciones que ya me has otorgado. Te agradezco por esta lucha, pues sé que detras de una gran batalla, hay una gran victoria.

sábado, 15 de enero de 2011

El cofre de madera


Hace mucho tiempo, en un reino lejano, vivió una princesa. Su padre, el rey, la amaba con intensidad, la cuidaba y la protegía de los muchos enemigos que buscaban dañarla. Ella moraba en un palacio donde la felicidad y la paz reinaban, aunque el reino enfrentara luchas contra sus adversarios.

Un día, mientras la princesa descansaba en los jardines reales, una serpiente se acercó y le mostró una imagen en el agua de la fuente. Era el rostro desvanecido de un joven cuyo reflejo despertó un sentimiento desconocido en el corazón de la princesa. La serpiente le dijo que para conocerlo, debía alejarse de su padre; no mucho, sólo fuera del palacio.

Con muchas dudas, la princesa decidió seguir a la serpiente, se dijo: Sólo afuera del castillo. Al salir de la muralla la serpiente le mostró la imagen, mientras ella la observaba, capturó el corazón de la joven y lo envolvió en la oscuridad de un cofre de madera. La princesa, asustada, aunque sin percibir la pérdida de su corazón, regresó al castillo; no obstante no era la misma. La serpiente se ocultó cerca de la princesa, aunque ella no volvió a verla.

Pasaron los años, la princesa aparentaba vivir en la misma felicidad de antes, pero en su interior sabía que algo faltaba. Moría poco a poco, quienes la rodeaban no se explicaban su falta de brillo. La serpiente la había engañado, la joven ya había descubierto que el reflejo en el agua era una simple fantasía.

Cuando la esperanza casi se extinguía del alma de la princesa, un joven príncipe llegó al reino. Fueron presentados y, cuando la conoció, percibió la falta de su corazón a través de su mirada. También vislumbró a la serpiente que perseguía a la princesa, la buscó y, al hallarla, le dio muerte. Recuperó el cofre de madera y fue a ofrecérselo a la princesa.

Aunque ella no confiaba en nadie, una mirada bastó para remover el espacio vacío en su alma. El príncipe le devolvió su corazón, y la princesa, en vez de tomarlo para sí, lo entregó a su padre para que lo cuidase. Debido a esta actitud, el rey le dio un obsequio, una estrella en una caja de cristal, un lucero llamado Amor.

Cuando el príncipe se acercó a ella, la estrella brilló con todo su esplendor y el rey, que guardaba el corazón de la princesa, permitió que contrajeran matrimonio. Como el rey los cuidaba, ambos gozaron de paz y felicidad todos los años de su vida.

jueves, 13 de enero de 2011

Palabras

Hoy estuve meditando en el poder de las palabras. Una palabra puede cambiar la vida de un ser humano, puede levantar o derribar, herir o restaurar, bendecir o maldecir.

Es una realidad. Tiempo atrás, pasé por un momento difícil; me preguntaba si Dios se acordaría de mí. En mi alma había un vacío, nunca lo hablé con nadie. Levantarse era un reto cada mañana, no deseaba seguir vagando sin cumplir el propósito de Dios, pero no sabía si Él aún tenía algo preparado para mí.

Un domingo por la tarde, alguien me dijo así: "Dios la ama".
Con seguridad no imaginaba el impacto que esa palabra tendría en mi vida. Fue como si el Señor, desde el cielo, se dirigiera a mí. Esa palabra desató una revolución en mi forma de vivir, un antes y un después. Parte de lo que soy ahora, provino de aquella pequeña frase que revivió mi ser. Una sola palabra llenó mi corazón seco, me inundó de esperanza.

Palabras como esa vienen de la boca de Dios, y Él usa a las personas que permiten que su lengua sea un instrumento de bendición y no de maldición para quienes le rodean. A veces sentimos falta de esas palabras. En ocasiones la soledad, la tristeza y el cansancio nos oprimen, nos preguntamos cúando habrá respuesta a nuestras oraciones. Pero el Señor está cerca, atento para escuchar, Su palabra lista para levantarnos.

Una palabra, a veces lo que más se necesita es una palabra.

miércoles, 12 de enero de 2011

Escrito en las estrellas


"Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmo 19:1)

Para mí, uno de los escenarios más bellos en la tierra es el cielo nocturno tapizado de estrellas, donde la luz de luna baña el agua clara y las hojas de los árboles, mientras una suave brisa acaricia el ambiente. El firmamento me ha fascinado desde niña. Cuando tenía trece o catorce años, mi mamá me compró un telescopio. ¡Cuántas noches disfruté esa visión asombrosa! Aún no concibo que pueda existir algo tan hermoso.

Ahora bien, los cielos cuentan la gloria de Dios. Son un destello, un atisbo de su fragancia, un obsequio al ser humano para recordar su majestad. Como escritora mis obras están plasmadas de mi personalidad; en el firmamento está plasmada la grandeza y hermosura del Señor. ¿Hay algo imposible para Él?
Basta detenerse y contemplar las estrellas. Si el Creador del universo nos hace una promesa, ¿no la cumplirá? ¿Será que fallará? Nosotros somos seres imperfectos, temerosos, en ocasiones cobardes y, sobre todo, pecadores. Nada merecemos del Señor, pero Él ha dado todo por nosotros. Su propio hijo dio la vida para salvarnos, ¿cómo nos atrevemos a dudar de su amor y fidelidad?

Dios es perfecto, su poder es incomparable. Aunque el mundo se levante en nuestra contra, su fuerza nos sostiene y nos levanta sobre los problemas. Por si esto fuera poco, nos dejó en el cielo una forma de recordar que Él es el Señor sobre toda la tierra, su palabra nunca fallará. Sólo hay que levantar los ojos hacia Él en la noche para tener esa confianza.

lunes, 10 de enero de 2011

La mejor instrucción


Estos días he recibido elogios gracias a un talento otorgado por Dios, el canto. Sabemos que el ser humano es probado por las palabras de sus semejantes, en especial porque el corazón desea recibir la gloria de este mundo. Ahora bien, debo reconocer que no tengo nada por qué envanecerme, todo lo que sé en el ámbito musical es por su gracia, literalmente.

Quienes me escuchan hoy deberían estar agradecidos por no haberme oído cantar hace algunos años, era terrible. Hubo personas que profirieron palabras para desanimarme y, durante mucho tiempo, lo consiguieron. Si permanecí fue por un sueño, una visión sembrada en mi alma cuando tenía diez años. No desistí, tuve que aferrarme a esa determinación y perseverar para lograr mi objetivo. Superé incluso mi timidez natural para seguir adelante.

Sin embargo, la mejor instrucción musical que he recibido (a la cual debo, sin duda, todos los elogios inmerecidos) vino de donde menos la esperaba. Hace tres años fui contratada como maestra de inglés en una escuela primaria. Ese trabajo ha sido un reto enorme para mí. Tiene algunos beneficios, pero para mí posee algunas características contrastantes con mi forma de ser; el ruido, por ejemplo, me es insoportable. En las clases no hay ni un segundo de silencio.

Lo peor cuando comencé, fue descubrir que después de hablar más de siete horas diarias mis cuerdas vocales estaban agotadas e imposibilitadas de cantar. Siempre viví cantando. Recuerdo mi adolescencia entre melodías entonadas al caminar, limpiar, al hacer cualquier cosa. Al trabajar como maestra tuve que guardar completo silencio, con el temor de dañar mi voz permanentemente.

Como un pez fuera del agua, me sentía desesperada. A pesar de mis esfuerzos para evitar levantar el volumen de mi voz, nada resultaba; siempre estaba enferma, afónica. Derramé lágrimas de impotencia, nadie podía comprender ese dolor tan cruel, la distancia entre mi sueño y mi realidad, entre el sonido y el silencio, entre el amor y la soledad.

El milagro sucedió poco a poco, ni lo percibí. Empecé a cuidar mi forma de respirar y fui recuperando la capacidad de hablar. Pasaron algunos años y, aunque aún me es difícil cuidar mis cuerdas vocales, cada vez me enfermó menos. Entonces mejoré cantando. ¿Quién diría que impartir clases a niños me ayudaría a cantar mejor? Yo nunca lo hubiera imaginado. Pero Dios es el mejor maestro, nos enseña de maneras difíciles de comprender. El resultado que proviene de su instrucción es un fruto que cambia nuestras vidas. No debemos rehusarnos a aprender a su modo.
Hoy fue el reinicio de clases y creo que, al menos por un tiempo, seguiré aprendiendo. No sólo canto, como maestra he aprendido mil cosas extraordinarias.

domingo, 9 de enero de 2011

¿Porqué escribir?


¿Porqué seguir escribiendo? ¿Será que vale la pena plasmar mis pensamientos en estas palabras? Creo que sí. Es un acto de fe.

Sé que en el mundo hay un alma sedienta y cada letra escrita en este modesto blog es una gota para apagar el tormento de su sed. Cada palabra de aliento, cada meditación, cada sentimiento reflejado en estos vocablos pueden llegar a quien lo necesita con intensidad. Las palabras no fueron hechas para quedar vacías, conllevan un mensaje, aunque a veces sea difícil decifrarlo.
No dejaré de escribir. Sólo espero conseguir expresar lo que dice mi corazón. Es mi anhelo compartir la luz y la esperanza del Señor, la confianza en el futuro, la paz para el alma y el amor profundo que guardo dentro de mí. Deseo servir como un instrumento de Sus manos por medio de estos escritos.

Cada día comprendo mejor que al vivir para Él nuestros sueños y proyectos personales, quedan en segundo plano. Cuando ansiamos soñar los sueños de Dios, vivimos para los demás; para ofrecerles fe, esperanza y, sobre todo, amor. Espero que cada palabra de este blog, esté impregnada de ese sentimiento sublime y maravilloso que únicamente el Señor nos puede conceder.

No dejaré de escribir. Espero que estas palabras alcancen al menos un alma en mi camino. A pesar de las apariencias, sé que ya lo están logrando.

sábado, 8 de enero de 2011

Sobre as aguas


La verdad es que hoy no sé que escribir.

Estaba oyendo una canción muy linda de Toque no altar, "Sobre as aguas". La letra del coro tocó mi corazón, son palabras que necesitamos escuchar cuando atravesamos una tempestad. Esta es la letra:

Se o sol se por, e a noite chegar,
Tu és quem me guía
Se a tempestade me alcancar
Tu és meu abrigo

Se o mar me submergir a Tua mao
Me traz a tona pra respirar
E me faz andar sobre as aguas
Tu és o Deus da minha salvacao
És o meu dono, minha paixao
Minha cancao e o meu louvor.

viernes, 7 de enero de 2011

Mira al cielo


El mayor anhelo en la vida de Abram era tener un hijo. Puedo imaginarlo soñando con aquél deseo durante años. Había recibido una promesa, pero el tiempo transcurría y, con seguridad, pensamientos de duda y desilusión tocaron su corazón.

Un día Abram no resistió más. El Señor le prometió, de nuevo, que tendría un hijo; pero no fue suficiente. Aquel hombre se dirigió a Dios con valentía y le preguntó: "¿qué me darás, siendo que ando sin hijo...? (Génesis 15, 2).

Dios, en vez de enojarse, le respondió: "Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia" (Génesis 15,5).

Abram anhelaba tener un hijo, pero Dios anhelaba que fuera padre de naciones, con una descendencia innumerable. Al pedirle que saliera de la tienda le mostró que sus pensamientos no eran los mismos del ser humano.

Sólo es necesario contemplar el firmamento para comprobarlo. Cuando sintamos que ese anhelo del alma está lejano, recordemos que el anhelo de Dios para nosotros es mucho mayor, no podemos imaginar cuánto. Él es el Creador de la majestad de los cielos en todo su esplendor, ¿será que nuestro deseo es demasiado para su poder?

jueves, 6 de enero de 2011

Soneto 116 - Shakespeare (Traducción libre)

Ante la unión de almas fieles, no admitaís
impedimentos. No es amor el amor
que al percibir un cambio, cambia
o que obliga al distanciado a distanciarse.

¡Oh no! Es un faro inamovible
que no se estremece ante las tempestades
Es la estrella que guía una nave a la deriva,
de un valor ignorado, aún sabiendo su altura.

No es el juguete del Tiempo, aún si rosados labios
o mejillas alcanza, el compás del Tiempo,
ni se altera con horas o semanas fugaces
más aguanta y permanece hasta el último abismo.

Si es error lo que digo, y en mí se puede probar
decid, que nunca he escrito, ni el hombre ha amado jamás.

Preparación


Estos días he experimentado muchos cambios en mi vida, tanto físicos como espirituales. Lo más increíble es que, en medio a ellos, he visto una transformación en mi ser que llegué a juzgar, si no imposible, un milagro de parte de Dios.

Hoy visité a una amiga para aprender una receta culinaria (coxinhas brasileñas). La verdad es que no imaginaba que la preparación fuera tan laboriosa. El resultado, en cambio, fue alentador ¡al menos a mí me encantaron!

¿Será que Dios también requiere invertir en nosotros tiempo y esfuerzo al prepararnos para recibir grandes bendiciones de sus manos? Estoy segura que sí. Circunstancias adversas, obstáculos, tristezas, entre otras situaciones, permiten que seamos capacitados para el futuro que el Señor ha dispuesto en nuestro camino. Cabe a nosotros determinar si permaneceremos estancados en la dificultad o seremos moldeados según la voluntad de Dios.

Amasar, mezclar, echar al fuego, son sólo algunos ingredientes e instrucciones en la receta de Dios para nosotros. Él sabe lo mejor para nuestra vida, ¿permitiremos que haga de nosotros una obra maestra del arte culinario espiritual?

miércoles, 5 de enero de 2011

¿Fe o confianza?


Manifestar una actitud de fe no es fácil. Requiere valor, intrepidez, valentía, entre otras cualidades. Sólo alguien con determinación es capaz de ejecutar hechos que atraen la atención de Dios para su vida.
Ahora bien, no sólo la fe es necesaria para alcanzar la bendición plena por parte del Señor. En ocasiones debemos manifestar una actitud de confianza, mucho más sutil y delicada (quizás imperceptible) que la fe, la cual se halla arraigada en el corazón de aquellos que creen un cien por ciento en la Palabra de Dios.
La confianza es un faro cuya luz alumbra, a pesar de la distancia, en la tempestad más oscura, en el mar más bravo. Ella impide que las embarcaciones se hundan en la marea o se destruyan entre las rocas de la costa. Nuestra confianza en Dios nos mantiene a salvo de la duda, incertidumbre, miedo o tristeza, nos eleva sobre los problemas, aunque la fe ya no pueda sostenernos.
Estoy segura, el Señor nunca desampara a quien, pese a las apariencias, deposita toda su confianza en una Promesa suya. Porque, no importa lo que suceda, Dios es fiel. Su palabra nunca volverá vacía.

martes, 4 de enero de 2011

Tiempo


A veces no lo entendemos, pero el tiempo de Dios no es el mismo que el nuestro. ¡Fácil decirlo! En la práctica no es tan sencillo tener paciencia, confiar en que Sus promesas van a cumplirse, que el Señor nunca nos defraudará.
En general, el ser humano moderno está habituado a la velocidad. En la antigüedad, un viajero tardaba meses, o incluso años, en atravesar distancias que hoy realizamos en 18 horas, como a Medio Oriente o Sudamérica. Vivimos apresurados, siempre atentos a lo que vendrá después.
No obstante, pienso que Dios permite que el tiempo disminuya su paso para que estemos más atentos a escuchar Su voz. A veces, en dicha espera, el tiempo duele, como si cada segundo arrancara un pedazo del corazón; pero es entonces cuando ponemos nuestra dependencia en el Señor y le permitimos actuar en nuestras vidas.
Dice en la Biblia que "Todo tiene su tiempo"(Eclesiastés 3:1). El tiempo de Dios es perfecto, aunque a nosotros nos cueste trabajo comprenderlo.